CABEZA ARTIFICIAL Y HOLOFONÍA - SONIDO EN 3D
Publicado: Lun Ene 14, 2008 12:17 am
Larsen - Vie Dic 28, 2007
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Una de las características más notables del oído humano es la percepción espacial de las fuentes sonoras (desde el punto de vista evolutivo, esta cualidad está relacionada con la alerta de peligros cercanos). El mundo de la grabación sonora no es ajeno a esta realidad. En efecto, cuando asistimos a un concierto y tenemos la suerte de acceder a un buen asiento, podemos localizar, incluso sin mirar, la posición de los distintos instrumentos de la orquesta. Desde los comienzos del registro de sonido se deseó que el soporte de grabación conservara esta localización espacial del sonido, pero para lograrlo hubo que vencer muchas dificultades. La llegada de la cinta magnetofónica simplificó en gran medida este problema en lo que respecta al soporte: basta “dividirla” longitudinalmente en distintos carriles magnéticos (pistas), en cada uno de los cuales se registra la información sonora correspondiente a un canal. Con los discos esto fue más complicado, y hubo que esperar hasta 1958 a la aparición de un disco estereofónico realmente eficaz y práctico, capaz de almacenar la información correspondiente a dos canales en un mismo surco, con poco menoscabo del tiempo disponible de grabación, y que además fuera compatible con los equipos de lectura monofónicos ya existentes. Este sistema, conocido como 45/45 o Vector, aún continúa vigente en nuestros días.
Pero ¿y la toma del sonido? De nada hubieran servido todos estos avances en los soportes si no se hubiera obtenido una toma capaz de transmitir el concepto de espacialidad sonora de una manera aceptable. El realismo absoluto es imposible, ya que necesitaríamos rodearnos de un elevado número de altavoces, los cuales deberían ir conectados a un número igualmente elevado de amplificadores; estos recibirían la señal de un soporte con un número igualmente elevado de canales. Pero al menos con dos canales, uno a nuestra izquierda y otro a la derecha, lograremos un efecto de escena sonora bastante realista. Este es el concepto de la estereofonía clásica. Después aparecerían sistemas cuadrafónicos (los cuales no llegué a conocer) y, más modernamente, el sistema multicanal 5:1. Pero ¿saben qué les digo? Pues que personalmente no me convence esto último. Mi concepto particular de escena sonora es “enfrente”, delante de mí. En fin, cuestión de gustos, pero yo me quedo con la estereofonía convencional.
Históricamente, se considera que los primeros intentos de reproducción espacial se deben a Fletcher, quien en 1933 dispuso tres micrófonos frente a una orquesta (a izquierda, centro y derecha), los cuales aplicaban su señal a otros tantos amplificadores. En una sala contigua se colocaron tres altavoces, a cada uno de los cuales le llegaba la señal de un amplificador. Fletcher no utilizó más canales por razones económicas, aunque pudo comprobar en la sala de audición que los tres altavoces eran suficientes para restituir la espacialidad del sonido con un realismo muy superior al que había previsto.
Tiempo después, al investigarse más profundamente el fenómeno de la percepción auditiva, se pudo saber que la localización espacial de las fuentes sonoras está relacionada con la distinta fase con que llega un mismo sonido a los dos oídos. Es decir, el sonido de una determinada fuente, a menos que nos encontremos frente a ella, nos llega a un oído antes que al otro. Además, la cabeza actúa como pantalla, de forma que un oído percibe el sonido con menos intensidad que el otro. Hay que reconocer que le echaron cabeza al asunto…
Quedó claro que la cocorota tenía una gran influencia en nuestra percepción, y partiendo de esta idea, De Boer diseñó un objeto parecido a una cabeza, en cuyos lados colocó sendos micrófonos. Con ayuda de unos auriculares estereofónicos, De Boer pudo comprobar que la sensación de escena sonora resultó de un realismo excelente. Claro que no hay nada perfecto, y para conseguir un buen efecto con una grabación realizada con este invento, es preciso utilizar auriculares y no altavoces. Pero De Boer había creado el concepto de cabeza artificial.
En 1958, André Charlin, ingeniero de sonido, refinó aún más este concepto, y diseñó un objeto aún más parecido a una cabeza humana, cuidando detalladamente sus formas físicas. Su cabeza tenía de todo: nariz, boca… e incluso pabellones auditivos. En estas orejas introdujo dos pequeños micrófonos omnidireccionales. De esta forma, con solo dos canales de reproducción fue posible mejorar aún más la idea de percepción espacial… siempre que se utilizasen auriculares, claro está. Los fabricantes más conocidos de cabezas artificiales fueron Neumann, Sennheiser y AKG. La aparición del micrófono “electret”, con sus reducidas dimensiones y buenas cualidades técnicas, fue de una gran ayuda para el desarrollo de estas cabezas.
[img]http://img165.imageshack.us/img165/8198 ... akgjx2.jpg[/img]
Cabeza artificial de la firma AKG
En los años 80 se acuña el concepto de holofonía, haciendo un símil con la percepción visual holográfica. Se basa en un algoritmo llamado Cetera, y al parecer, se debe al argentino Hugo Zuccarelli (Más…). Como tantas otras cosas relacionadas con los procesos digitales, su funcionamiento es un secreto celosamente guardado. Según parece, el propio Zuccarelli se encuentra enzarzado en una polémica respecto al delicado asunto de las patentes. Se dice que el LP de Pink Floyd “The Final Cut” fue grabado con este añadido holofónico. Sea como fuere, les invito a ustedes a asistir a una barbería virtual, cuyo registro corresponde a este método llamado holofonía . Venga, vayan poniéndose los cascos, que van ustedes a flipar en estéreo. Cierren los ojos, abran sus mentes y notarán como les cortan el pelo, se lo rapan con maquinilla, les susurran al oído… ¡ e incluso les cubren la cabeza con una bolsa ! Impresionante. Pero ya saben: han de usar auriculares, nada de altavoces.
Pinchen aquí (AY!!) y que les sea leve la experiencia.
(Si no suena, desactiven el bloqueo de script o el que corresponda)
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Una de las características más notables del oído humano es la percepción espacial de las fuentes sonoras (desde el punto de vista evolutivo, esta cualidad está relacionada con la alerta de peligros cercanos). El mundo de la grabación sonora no es ajeno a esta realidad. En efecto, cuando asistimos a un concierto y tenemos la suerte de acceder a un buen asiento, podemos localizar, incluso sin mirar, la posición de los distintos instrumentos de la orquesta. Desde los comienzos del registro de sonido se deseó que el soporte de grabación conservara esta localización espacial del sonido, pero para lograrlo hubo que vencer muchas dificultades. La llegada de la cinta magnetofónica simplificó en gran medida este problema en lo que respecta al soporte: basta “dividirla” longitudinalmente en distintos carriles magnéticos (pistas), en cada uno de los cuales se registra la información sonora correspondiente a un canal. Con los discos esto fue más complicado, y hubo que esperar hasta 1958 a la aparición de un disco estereofónico realmente eficaz y práctico, capaz de almacenar la información correspondiente a dos canales en un mismo surco, con poco menoscabo del tiempo disponible de grabación, y que además fuera compatible con los equipos de lectura monofónicos ya existentes. Este sistema, conocido como 45/45 o Vector, aún continúa vigente en nuestros días.
Pero ¿y la toma del sonido? De nada hubieran servido todos estos avances en los soportes si no se hubiera obtenido una toma capaz de transmitir el concepto de espacialidad sonora de una manera aceptable. El realismo absoluto es imposible, ya que necesitaríamos rodearnos de un elevado número de altavoces, los cuales deberían ir conectados a un número igualmente elevado de amplificadores; estos recibirían la señal de un soporte con un número igualmente elevado de canales. Pero al menos con dos canales, uno a nuestra izquierda y otro a la derecha, lograremos un efecto de escena sonora bastante realista. Este es el concepto de la estereofonía clásica. Después aparecerían sistemas cuadrafónicos (los cuales no llegué a conocer) y, más modernamente, el sistema multicanal 5:1. Pero ¿saben qué les digo? Pues que personalmente no me convence esto último. Mi concepto particular de escena sonora es “enfrente”, delante de mí. En fin, cuestión de gustos, pero yo me quedo con la estereofonía convencional.
Históricamente, se considera que los primeros intentos de reproducción espacial se deben a Fletcher, quien en 1933 dispuso tres micrófonos frente a una orquesta (a izquierda, centro y derecha), los cuales aplicaban su señal a otros tantos amplificadores. En una sala contigua se colocaron tres altavoces, a cada uno de los cuales le llegaba la señal de un amplificador. Fletcher no utilizó más canales por razones económicas, aunque pudo comprobar en la sala de audición que los tres altavoces eran suficientes para restituir la espacialidad del sonido con un realismo muy superior al que había previsto.
Tiempo después, al investigarse más profundamente el fenómeno de la percepción auditiva, se pudo saber que la localización espacial de las fuentes sonoras está relacionada con la distinta fase con que llega un mismo sonido a los dos oídos. Es decir, el sonido de una determinada fuente, a menos que nos encontremos frente a ella, nos llega a un oído antes que al otro. Además, la cabeza actúa como pantalla, de forma que un oído percibe el sonido con menos intensidad que el otro. Hay que reconocer que le echaron cabeza al asunto…
Quedó claro que la cocorota tenía una gran influencia en nuestra percepción, y partiendo de esta idea, De Boer diseñó un objeto parecido a una cabeza, en cuyos lados colocó sendos micrófonos. Con ayuda de unos auriculares estereofónicos, De Boer pudo comprobar que la sensación de escena sonora resultó de un realismo excelente. Claro que no hay nada perfecto, y para conseguir un buen efecto con una grabación realizada con este invento, es preciso utilizar auriculares y no altavoces. Pero De Boer había creado el concepto de cabeza artificial.
En 1958, André Charlin, ingeniero de sonido, refinó aún más este concepto, y diseñó un objeto aún más parecido a una cabeza humana, cuidando detalladamente sus formas físicas. Su cabeza tenía de todo: nariz, boca… e incluso pabellones auditivos. En estas orejas introdujo dos pequeños micrófonos omnidireccionales. De esta forma, con solo dos canales de reproducción fue posible mejorar aún más la idea de percepción espacial… siempre que se utilizasen auriculares, claro está. Los fabricantes más conocidos de cabezas artificiales fueron Neumann, Sennheiser y AKG. La aparición del micrófono “electret”, con sus reducidas dimensiones y buenas cualidades técnicas, fue de una gran ayuda para el desarrollo de estas cabezas.
[img]http://img165.imageshack.us/img165/8198 ... akgjx2.jpg[/img]
Cabeza artificial de la firma AKG
En los años 80 se acuña el concepto de holofonía, haciendo un símil con la percepción visual holográfica. Se basa en un algoritmo llamado Cetera, y al parecer, se debe al argentino Hugo Zuccarelli (Más…). Como tantas otras cosas relacionadas con los procesos digitales, su funcionamiento es un secreto celosamente guardado. Según parece, el propio Zuccarelli se encuentra enzarzado en una polémica respecto al delicado asunto de las patentes. Se dice que el LP de Pink Floyd “The Final Cut” fue grabado con este añadido holofónico. Sea como fuere, les invito a ustedes a asistir a una barbería virtual, cuyo registro corresponde a este método llamado holofonía . Venga, vayan poniéndose los cascos, que van ustedes a flipar en estéreo. Cierren los ojos, abran sus mentes y notarán como les cortan el pelo, se lo rapan con maquinilla, les susurran al oído… ¡ e incluso les cubren la cabeza con una bolsa ! Impresionante. Pero ya saben: han de usar auriculares, nada de altavoces.
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(Si no suena, desactiven el bloqueo de script o el que corresponda)
